“Gratamente recuerdan los ancianos el discurrir pacífico de una vida provinciana, discreta y reposada, dulce y apacible. La nostalgia de aquel vivir de ayer invade la mente de nuestros viejos, mientras el tiempo, con inflexibilidad suprema, engulle sin cesar las horas que se escapan del vetusto campanario”, así inicia Jorge Octavio Acevedo su breve crónica sobre las tradicionales calendas oaxaqueñas, convites callejeros obligados en toda celebración religiosa realizada en la ciudad y las comunidades de los Valles Centrales de Oaxaca.
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