“La migración india a la ciudad [de Antequera, en el siglo XVIII,] continuaba conforme la población rural se recuperaba de su desastrosa declinación y aumentaba la necesidad de mano de obra barata en los obrajes, en la industria constructora y en otros oficios y artesanías. En términos puramente numéricos, Antequera llegó a ser una ciudad “más india” durante estos años, siendo su población indígena de un 27.9 por ciento del total en 1792. Sin embargo, no hay señas claras de que los límites étnicos, que separaban a los indios urbanos de los otros sectores de la población, hubieran cambiado mucho. Con la excepción de un puñado de caciques pocos indios lograron escapar de su status de miembros de una minoría oprimida, obligados a desempeñar las ocupaciones urbanas más bajas.”
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